Al fin,
después de tanto tiempo, tanto como desde el que conocí a mi mujer hace ya más
de 30 años, parece inminente que vamos a cumplir un viejo sueño: visitar Machu
Picchu. Sin embargo, he de confesar que yo ya había estado allí mucho antes,
tanto como mi memoria es capaz de alcanzar.
Todo empezó en
mi infancia con la portada de un tebeo: “Tintín y el Templo del Sol”. Transmutado
en Zorrino, el joven indio quechua ataviado con el chullo, un gorro con orejeras
tejido con lana de alpaca, hice de guía
para el intrépido Tintín y el viejo capitán Haddock en su búsqueda del chiflado
profesor Tornasol.
Ahora, no muy
lejos de los 60 se presenta el momento de hacer realidad ese sueño antes de que
los imprevistos del futuro le pudiese hacer zozobrar. Si antes no lo hicimos
fue porque carecíamos de medios, luego tuvimos medios pero no tiempo, así es
que, ahora que disponemos de ambas cosas y seguimos unidos, es el momento de hacerlo
antes de que algún día nos falte una u otra, o las dos, o lo que es peor,
nos falte salud.
Es jueves, 7
de julio, festividad de S. Fermín. Hace una espléndida mañana, un receso en el tórrido verano
madrileño. La tormenta de anoche refrescó el día. El cielo está cubierto y
corre un aire fresco que reconforta los sentidos e invita a sentarme en la
terraza para comenzar el relato de nuestro viaje a “las Maravillas del Perú”.
Así es como se llama el circuito que mañana iniciaremos por el viejo Virreinato
español.
Los días
previos al viaje han sido intensos. Con el espíritu abierto como las alas de un
cóndor, he pasado largas horas planeando
sobre la geografía de los valles, volcanes, montañas y lagos que vamos a
recorrer.
He releído la
historia de las culturas precolombinas ubicándolas en el espacio y el tiempo,
las leyendas de la mitología, la sucesión de los reyes incas y los tiempos de
la conquista, ojeado numerosos artículos de lo más variopintos, desde la
taxonomía de los camélidos andinos hasta la vegetación característica del
altiplano.

He asimilado términos aimaras y quechuas, descubierto glorias de la literatura, indagado los nombres de los prohombres que pueblan los callejeros de las ciudades, incluso hasta los ingredientes de los platos nacionales. ¡No quiero perderme nada!
La mochila
está llena y el camino nos espera. Vamos a corazón descubierto ávidos de llenar
los sentidos con ese mundo tan lejano, conocido y desconocido a la vez y, sobre
todo, tan deseado.
No sabemos qué nos deparará el futuro pero al menos vamos a compartir este sueño del pasado.
No sabemos qué nos deparará el futuro pero al menos vamos a compartir este sueño del pasado.
Esto promete.... Adelante!!
ResponderEliminarGracias, en el fondo sé que eres mi más incondicional seguidora.
EliminarLuis sigue con la historia
ResponderEliminarEstoy en ello, y muy entusiasmado
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