martes, 11 de abril de 2017

Crónicas peruleras. Capítulo XXI: Un paseo por Hanan Qosqo

10:50


Coronando el Cusco se levantaron alejados del bullicio de la urbe, sobre las cimas de las montañas que lo rodean, santuarios, fortalezas y templos consagrados a diferentes deidades con el común denominador de la piedra bien tallada, seña de identidad inequívoca del estado incaico.
Incluido en el parque arqueológico de Sacsayhuamán se encuentran, por su proximidad, los “Baños del Inca”, en Tambomachay, llamados así por ser un lugar al que los Hijos del Sol se retiraban ocasionalmente a descansar. Pero más que un elegante balneario, las ruinas son los restos de uno de los muchos templos que proliferaron durante el incanato para adorar el agua, elemento imprescindible para la vida y, por tanto, objeto de culto en una civilización tan íntimamente vinculada a los elementos naturales. 



Los restos más visibles de este yacimiento arqueológico se muestran en la ladera escalonada de la montaña donde se despliegan como un decorado de teatro abierto a la Naturaleza. Los muros de las terrazas están adoquinados con gruesas piedras irregulares pero muy bien pulidas y perfectamente ensambladas, en las que se abren grandes nichos trapezoidales, puertas y escaleras de comunicación entre los diferentes niveles. Oculto a la vista permanece un complejo sistema hidráulico de canales subterráneos y pocetas que conduce las aguas hacia el exterior a través de tres fuentes abiertas en la piedra. El guía, orgulloso de sus ancestros como todos los que conocí, subrayó que el caudal del agua permanece inalterable y constante desde tiempos del gran Pachacútec y nos contó la profecía inca que augura el fin del mundo cuando el agua deje de manar por estos caños lo que, sin duda, será un gran problema también para la Cuzqueña que, hasta hoy, según nuestro cicerone, se sigue abasteciendo del agua de este manantial para elaborar la cerveza más popular de Perú.
 



De Tambomachay a las ruinas de Puca Pucara (en quechua, Fortaleza Roja) hay un corto paseo. Su nombre deriva del color que toman sus piedras con las luces crepusculares. Sobre su función se ha especulado mucho, algo sorprendente teniendo en cuenta que estos edificios estaban ocupados y en plena actividad a la llegada de los conquistadores y, con ellos, de los cronistas que tan buena cuenta daban de todo lo que acaecía en sus cartas y relaciones. Pero no es el único ejemplo de insólita desinformación acerca de la naturaleza de estas construcciones ya que existen otros muchos casos similares. Escribiendo estos relatos me he preguntado, sin encontrar la respuesta, el porqué de esta repentina amnesia histórica. Qué pasó realmente para que este puzle sea tan difícil de completar, será una pregunta difícil de responder.


Desde lo alto del promontorio la fortaleza domina el final del camino que comunica el Cusco con el Antisuyo, la región oriental del Imperio que limitaba con la selva amazónica, de gran importancia para los incas porque de allí se obtenía la coca necesaria para las ofrendas a los dioses, el alivio del mal de altura y el hambre del pueblo. De su situación estratégica podría derivarse una función militar y de vigilancia de caminos, pero se cree que tendría otras adicionales por el tipo de edificaciones que allí se encuentran, tales como control “aduanero” para registro de mercancías, centro administrativo o de alojamiento para los soldados que acompañaban al Inca a Tambomachay. Sea lo que fuera, caminamos entre sus muros con la agradable sensación de sentirnos a lomos de la historia en medio de aquel grandioso paisaje.


Más discreto que las anteriores pero mucho más complejo, Qenqo fue el último yacimiento arqueológico que visitamos esa mañana. Como otros tantos santuarios incas, éste se levanta sobre una afloración rocosa que vista desde un promontorio se asemeja a los lóbulos de un cerebro tallado en piedra. Su superficie está recorrida por un sinfín de escalones, cubículos y figuras cinceladas en la roca viva. La interpretación de aquella masa de elementos dispares no resultaba fácil de explicar ni siquiera al guía, que nos ofrecía discutibles hipótesis de arqueólogos e historiadores para que nos quedásemos con la que más nos interesara.




Focalizando la vista en los detalles, vemos una canaleta que cruza en zigzag, como una cicatriz, parte de la roca sobre la que los sacerdotes vertían chicha o sangre de animales sacrificados para vaticinar el futuro. Su forma induce a pensar a algunos que fuese un santuario dedicado al dios del Trueno.




Cerca de ella, dos protuberancias bien talladas, se transforman en los ojos brillantes de un felino con los primeros rayos solares del solsticio de invierno, lo que hace pensar a otros arqueólogos que podría tratarse de un santuario dedicado al Puma, otra deidad andina. O bien un observatorio solar.





Seguimos al guía por un estrecho pasillo que se abre en la gran roca. Sus requiebros recuerdan a un laberinto, que es justo lo que significa en quechua Qenqo. El corredor conduce a una cámara ritual con mesa de sacrificios y nichos cortados con tanta precisión que hoy nos pareciera difícil hacerlo incluso con modernas herramientas. Asociado a la Pachamama, la Madre Tierra, en el interior oscuro y fresco de su vientre, se realizaban ofrendas y sacrificios rituales para propiciar la fertilidad de la tierra.


Los sacerdotes y frailes empeñados en la ardua tarea de “extirpar idolatrías”, dificultaron aún más la interpretación de estas manifestaciones, ya de por sí muy complejas. Siguiendo una práctica habitual en el Nuevo Mundo, se afanaron en erradicar los rastros de cultos paganos como paso previo a la difusión de la doctrina cristiana. Es el caso de la gran piedra sagrada que se yergue solitaria, como un menhir, junto al resto del santuario y por la que antaño treparon sapos y monos esculpidos sobre ella, de los que solo uno sobrevivió al martillo inquisidor de los fanáticos con sotanas.

 

A su alrededor se abre un amplio banco semicircular de piedra bien trabajada, con nichos donde se supone que acomodaban a las momias de sus antepasados para hacerles partícipes de los rituales ceremoniales en honor a los dioses allí consagrados. Pero seguimos moviéndonos en las arenas movedizas de la aventurada interpretación que se soporta en los escasos vestigios de lo que, sin duda, fue en otros tiempos un importantísimo centro de culto.



Bajando a Cuzco hicimos una parada en la explanada de la iglesia de San Cristóbal erigida sobre el palacio inca que la tradición atribuye al mítico Manco Cápac. De sus restos solo queda un gran muro con espléndidas hornacinas, hecho con piedras muy bien trabajadas. Desde allí, la parte más noble de la ciudad, el Hanan Qosqo o Cusco Alto, residencia de la aristocracia inca, pudimos divisar de nuevo la histórica capital del Tahuantinsuyo antes de descender para comer y continuar la visita.






lunes, 10 de abril de 2017

Post Facebook abril 2017

10:31


2 abril 2017


Posiblemente la historia de la Humanidad comenzó con un sofrito de cebolla y pimiento al que Dios agregó un poco de sal para darle más sabor. Luego creó a Adán y Eva para que siguiesen añadiendo ingredientes al gusto y, al séptimo día, surgió la empanadilla que popularizó Martes y Trece en 'Encarna de noche". Con las que más me reí fue con las empanadillas de Móstoles pero las mejores las comí en Comodoro Rivadavia, Argentina, en 1994, en una casa de comidas caseras que había... junto a la redacción del Chubut, un periódico local de esa provincia patagónica. Allí las llamaban empanadas chorreras porque había que comerlas con las piernas abiertas para que al morder, el jugo de la ternera y los demás ingredientes, no te mojaran. Conseguí que la cocinera me diese la receta, que es la que he aplicado desde entonces y mejorado con algún toque personal, como la de añadirles alcaparras y ayudar a la cocción de la carne con un vaso de vino blanco, preferiblemente Beleluin. Un punto crítico es la elaboración de las obleas. Se pueden comprar hechas pero la textura no tiene nada que ver con las caseras. Hay que poner las manos en la masa e incluso, si la situación acompaña, se puede terminar haciendo el amor sobre la mesa de la cocina llena de harina, como Jack Nicholson y Jessica Lange en la peli de "El cartero siempre llama dos veces". Aunque solo sea por esto merece la pena que lo intentéis.












4 abril 2017

La última vez que visité la mezquita de Córdoba era un adolescente imberbe. Unas jóvenes americanas que estaban aprendiendo español cayeron de improviso sobre San Clemente, mi pueblo, como una inesperada tormenta de verano, en mitad de aquel llano que alternaba el amarillo de las rastrojeras con los pardos barbechos retostados por el sol. Las generosas almas manchegas no les pidieron pasaportes ni dinero a cambio de posada en sus casas y, en señal de agradecimiento, nos invitaron a algunos jóvenes familiares a acompañarlas en un viaje por Andalucía. De la mezquita guardaba un vago recuerdo de bonitas chicas y naranjos. Recientemente, el sosiego que dan los años me permitió disfrutar, acompañado en esta ocasión por mi mujer, de aquel grandioso recinto en el que emires y califas dejaron sus huellas en abierta rivalidad por superar cada uno a su antecesor. 

Un bosque de columnas coronadas por capiteles multiformes lucen embellecidas por guirnaldas de dovelas blancas y rojas que recorren los arcos de herradura pero la decoración alcanza su máxima expresión en el mihrab, el Sancta Sanctórum de la mezquita. En él trabajaron expertos artesanos traídos expresamente de Constantinopla. Ellos hicieron brotar del mármol, a golpe de cincel, arabescos de estilizados vegetales entrelazados con hojas y frutas y escribieron textos del Corán y mensajes piadosos con bellas letras cúficas en sus muros, bóvedas y arcos. Antes de marchar acaricié las suaves columnas de mármol, consciente que sobre ellas descansan siglos de la historia de España y, en silencio deseé volver a verla, al menos una vez más.







   

6 abril 2017


La desaparición de la memoria gráfica de nuestras vidas es consustancial a la incorporación de las cámaras fotográficas a los teléfonos móviles. Familiares, amigos, vacas, catedrales, fragmentos de océanos y planetas enteros, en definitiva, cualquier imagen susceptible de ser captada por el clip de la cámara, son absorbidas por un gigantesco agujero negro. Todo lo que no quedó anclado en un álbum de fotos se fue a la "nube", una especie de limbo inmaterial fuera del alcance d...e nuestras​ manos y accesible solo a los piratas informáticos, los mismos que un día no muy lejano pedirán rescate por aquellas fotos inconfesables que nunca debimos hacer. Quizás, ni siquiera haga falta que suenen las trompetas celestiales ni que haya Juicio Final porque a Dios le bastará con echar un vistazo a esas imágenes para saber quién está destinado a permanecer en la gloria del cielo y quién condenado a descender de nuevo de la nube al infierno de esta Tierra para purgar los pecados en compañía de los políticos que nos tocaron en suerte.



7 abril 2017



Entre las escasas ciudades míticas del mundo destaca la de Cusco por su historia, sus leyendas y su riquísimo legado que la ha convertido en Patrimonio de la Humanidad. En ella nos detuvimos dos días, uno antes de ir a Machu Picchu y otro al regresar. Tiempo escaso para asimilar tanta belleza de la que trataré de daros una idea con mis escritos sobre ella. Pero el cuadro solo puede completarse yendo hasta el Ombligo del Mundo para que alcance su plenitud.






9 abril 2017

Nuestros destinos se unieron hace 40 años en un aula del instituto de San Clemente, al que acudían los jóvenes estudiantes de los pueblos vecinos para cursar Bachillerato. Después llegaron los estudios universitarios y algunos fuimos a Madrid, una ciudad dinámica, de perenne insomnio, noctámbula y madrugadora a la vez, llena de gente que corría a todos lados y dormitaba en el metro. Allí cogimos del suelo, por primera vez y con mucha precaución, como si estuviésemos cometiendo un grave delito, pasquines que incitaban a las infinitas huelgas de la España de la Transición. Nosotros íbamos a estudiar y nadie nos había advertido de que la capital era una caldera a presión en la que pronto empezaría a bullir la sangre de nuestra juventud. Al principio andábamos medio aturdidos, expectantes, todo nos llamaba la atención. Contagiados por esa vorágine pronto empezamos a familiarizarnos con aquel trajín, a dejarnos la barba e ir a manifestaciones. El espíritu de rebeldía y cierta irreverencia por las formas terminó calando en nosotros; ir con alforjas, abarcas o pañuelo de campesino manchego a la Universidad no parecía ningún problema, tan solo era una muestra de orgullo de nuestros orígenes agrarios. Sin embargo, a pesar de todas las novedades que en un instante nos ofreció la ciudad, nunca perdimos la inocencia pueblerina que tan bien caía entre los compañeros urbanitas. La convivencia diaria en la comuna de Canillas, la ausencia absoluta de intimidad, los ideales comunes, fraguaron una amistad que mucho tiempo después permanece intacta. Ahora cada uno vive en su casa con su propia familia pero todo indica que seguiremos juntos hasta que la muerte nos separe.



11 abril 2017

No nos fuimos de Córdoba sin antes darnos un paseo por la Judería y visitar los patios del Alcázar Viejo, en pleno centro histórico de la ciudad. Declarados por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, nadie que visite la ciudad en primavera debería irse sin verlos. Nosotros nos adelantamos algunas semanas y, si ya son así, ¡qué no serán​ cuando las flores alcancen su cenit en mayo! Decenas de tiestos descienden por las paredes encaladas para cubrir los broca...les de los pozos, las viejas pilas de lavar a mano, los pavimentos de barro y cantos, mientras que otros se deslizan por los pasamanos de las escaleras desde las barandillas de los corredores que dan al patio. Nos llegan hasta nosotros fruto de la tradición de las viviendas romanas, árabes y cristianas cuyos moradores, desde hace siglos, buscaron alivio a los rigores del verano en el verdor y la frescura de sus plantas, como el mismísimo Arcángel San Rafael, patrono de Córdoba, que a falta de Paraísos terrenales ha corrido a refugiarse entre las hojas de los helechos para sobrevivir a la canícula del estío que se aproxima.


  




11 abril 2017

Estando en el corazón del Imperio inca, el Tahuantinsuyo, la mención a sus edificios más emblemáticos son referencias inevitables al ser la manifestación palpable del poder que alcanzó esta civilización. La inesperada conquista del​ Perú por los españoles supuso el fin de su esplendor. Arrasadas hasta la base muchas construcciones, sus piedras finamente labradas fueron usadas para levantar sobre ellas los edificios religiosos y civiles del nuevo poder dominante. La destrucción fue tan grande que dejaron irreconocibles los edificios que en su día levantaron los Hijos del Sol. En este episodio veremos algunas fortalezas y templos ubicados en el Hanan Qosqo o Alto Cusco, la parte más noble de la ciudad.



14 abril 2017


Brota la savia en primavera que viste de verde los galanes tallos; del barro emergen los amantes de los cabellos enredados que, ceñidos por el talle, se funden en besos apasionados. Ajos tiernos, sí, pero ajos enamorados.



14 abril 2017

Semana Santa es para los platos tradicionales lo que Cristo para la Cruz pues, no en vano, el Nazareno comenzó su calvario tras una Cena con sus Apóstoles. Desde que tengo uso de razón, año tras año, mi madre saca de la alacena un gran mortero de barro, tan viejo como la Humanidad, para hacer las atascaburras, una contundente masa hecha con migas de pan, patata cocida, huevos, aceite y bacalao. Las otras dos estrellas que brillan con fuerza en el firmamento del triduo Pascual..., en el que conmemoramos el ciclo de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, son el bacalao con tomate y el potaje de monja con rellenos. La estricta temporalidad de estos platos los hacen​ tan deseables como fugaces son las Lágrimas de San Lorenzo. En la forzada abstinencia durante el resto del año está nuestra penitencia, por eso, hoy más que nunca se hace cierta la expresión de Santa Teresa cuando clamó eso de que ".... también entre los pucheros anda el Señor"



16 abril 2017

Sábado de Gloria en compañía de los viejos compañeros del instituto, en el simbólico paraje cervantino de Rus y punto equidistante en la geografía manchega entre los pueblos de los que salieron los que estudiamos en San Clemente. Mucho ha llovido desde que nos despedimos en COU pero desde hace un par de años que nos volvimos a juntar, esta vez con muchas canas y pocos pájaros en la cabeza, esto lleva camino de convertirse en la Hermandad de la Cofradía de la Amistad Eterna. Cada vez se unen nuevos miembros y encontramos mejores razones para vernos porque cuánto más nos vemos, más a gusto estamos. Las mujeres del grupo conservan a nuestros ojos una espléndida madurez que, nosotros mejor que nadie, adivinamos porque nos miramos en el mismo espejo de los años. A cambio ellas han aprendido a reírse y hablar con nosotros sin la mirada puesta en los de los cursos superiores. Ayer el pretexto fue una paella, mañana serán unos vinos o una cena pero siempre habrá una excusa para que alguien decida que debe de convocarse de nuevo a los cofrades de la Santa Amistad.



 



17 abril 2017

No es mala foto para hablar de un gran vino familiar aprovechando el espacio de propaganda gratuita que me brinda Facebook. Ya los he presentado en sociedad más de una vez y para mis amistades ya son viejos conocidos. Pero como con el tiempo he crecido en amistades virtuales, no está mal que vuelva a hablar de ellos aunque de una forma más desenfadada. La versión seria la podéis encontrar en www.beleluin.com. Nacido en la Rioja, a la sombra de las parras, crece en los hermosos parajes de Alcanadre. Con las uvas que escapan al avaro mordisco del jabalí se elaboran vinos aromáticos que visten su cuerpo de púrpura o ciñen la copa con pálidos reflejos del sol. Los de la imagen forman parte de mi equipaje. Quisieron acompañarme a mi tierra manchega esta Semana Santa para ser degustados en compañía de amigos de boca fina y habla fácil que, entre trago y trago, valoraron sus virtudes y criticaron sus defectos porque en este mundo, recordad mortales, nadie es perfecto aunque en Beleluin podamos presumir de algunas medallas de oro.

18 abril 2017

En pleno campeonato de la Champions League, confesaré que entre mis amigos y conocidos me he ganado merecida fama de talibán antifútbol y, no me extraña, porque hago sobrados méritos para ello. Mi desconocimiento es absoluto, fruto de un apagón intencionado con todo lo relacionado con el deporte rey. En mi memoria no hay espacio para sus reglas, ni los múltiples campeonatos, ni listas de jugadores, ni siquiera para sus novias, la mayoría de ellas, por cierto, más varoniles que ellos. Esto tiene un precio que pago muy caro en el Trivial Pursuit porque el quesito naranja, relacionado con los deportes, es la roca de Escila en la que naufrago inevitablemente. Mientras escribo, puedo oír a mi vecino del tercero, un fanático del Barcelona, llamar a alguien un larguísimo ¡¡¡hijo de putaaaaa!!!. De haber existido el balompié en época de Nerón, no habrían faltado en las arenas del Coliseo partidos de alevines coreados por padres junto a los menos sangrientos espectáculos de los gladiadores. Por eso, entre el fútbol y el futbolín, me quedé con el segundo en el que llegué a ser más diestro que Pelé. Éste lo fotografié el pasado sábado en casa de mi amiga Quini Moreno. Amarrados ambos equipos a una barra de hierro como galeotes en una galera de piratas berberiscos, le echan dos cojones y un tornillo. No importa que hayan perdido un brazo o un pie por un disparo de balón con fuerza de bala de cañón. Estos caballeros de acero son los reyes del fair play, mis héroes de infancia y nunca abandonarían el campo por un quítame allá esas pajas.



22 abril 2017

Extraño sueño en vísperas de la Venida de la Virgen de Rus. Hace horas que amaneció pero una​ tenaz oscuridad se mantiene en un cielo cubierto de sombríos nubarrones. La escasa luz que se filtra entre sus intersticios hacen de la mañana primaveral una triste tarde de invierno que, sin embargo, no ha impedido que centenares de sanclementinos se apiñen en el estrecho paso del puente desde el que se accede al santuario, esperando la llegada de la Virgen de los Remedios para vitorearla. Busco un lugar apartado de la muchedumbre para fotografiar la entrada de la venerada imagen. Es entonces cuando me percato que el camino asfaltado que, a través del puente, conduce cuesta arriba a la iglesia, está a tal altura del suelo que más que camino es una pasarela sobrevolando un profundo foso. De repente, como un chispazo, irrumpen en escena un regimiento de empenachados dragones napoleónicos repartiendo mandobles a diestra y siniestra. Las campañas de la ermita tocan a rebato sumando al ruido de los sables, el estridente sonido de los badajos. El metal y gritos desgarradores se propagan por el santuario. Los enormes caballos de los franceses apenas pueden avanzar entre la espesa aglomeración. Una segunda oleada, esta vez de romeros que traen a la Virgen a hombros, se abate como un tsunami sobre la retaguardia de la caballería francesa. Por unos instantes se hace un silencio de cementerio y, súbitamente, emerge la ruidosa fanfarria de la charanga, brotan los vivas de las gargantas y, sobre las andas, la Morena se abre paso a toda velocidad sobre la turbamulta. Ahora que el paisaje es más reconocible, puedo despertar tranquilo y sumarme mañana a la fiesta.



 


23 abril 2017

Fin del maratón religioso-deportivo con el que cada año, el primer domingo después del domingo de Resurrección, se celebra la fiesta más popular de mi pueblo: la Venida de la Virgen de Rus. La imagen que más emociones, corazones y me gustas medidos en términos de Facebook levanta en San Clemente, abandona su bucólica residencia pastoril, en el único altozano del término municipal de la planicie manchega, para acudir al pueblo, 9 kms aguas abajo del río Rus, dónde durante 40 ...noches su presencia convocará en la parroquia a sus devotos para cantarle la Salve, la única letra de canción que, por cierto, me sé completa ¡Manda huevos!, que diría Federico Trillo. Su lugar en el santuario lo ocupa durante ese tiempo la Virgen de los Remedios llevada en procesión, la noche anterior, a la iglesia mayor por los hortelanos. La fiesta comienza de madrugada con misa a las 6,30. A las 7,00 se asoma por la puerta la Hortelana, momento en el que arrancan los acordes del himno nacional de mano de la banda municipal. Con gran estruendo de trompetas, platillos y bombos pasa a despedirse de las monjas de clausura de un par de conventos que caen de camino. Ya, a pie de carretera, los mozos la llevan en volandas hasta la ermita, con una sola parada en la Carrasca, el árbol más mítico del pueblo. Allí la reciben millares de romeros, la campana del santuario y la Señora de Rus. Entre rezos y almuerzos llega mediodía y ahora es la de Rus, la que se llevan al pueblo en frenética carrera. Fervorosos creyentes y agnósticos la acompañamos porque la tradición puede tanto como la devoción. Todavía hoy sigo haciendo esos 18 kms de ida y vuelta donde cada vez veo a menos quintos y más jóvenes. A las 15,00 entra en las monjas franciscas en el último esprint del día. Salvar los escalones de entrada y el dintel de la portada, por el que pasa la corona rozando a escasos centímetros, hace contener el aliento de los centenares de espectadores que, a esas horas de la mañana, sabe demasiado a cerveza. Logrado el objetivo, aplausos y a seguir comiendo y bebiendo como si no hubiese un mañana. Por la noche procesión hasta la parroquia acompañada por la banda en traje de gala. Pasos cortos de 30 segundos marcados por la música para que los porteadores resistan el peso que les crujen los huesos. Dos horas para salvar 500 metros y muchos vivas culminan de nuevo con el himno nacional dentro de la iglesia y salve multitudinaria. Aquí no hay lugar para complejos. Una para todos y todos para una. Esa es la fiesta de mi pueblo.








25 abril 2017

Ya he comentado alguna vez que soy asiduo lector del llamado 'Taco Calendario del Corazón de Jesús", un sencillo almanaque que mi hijo Alejandro me regala puntualmente por Reyes desde que descubrió que quedaba bien con su padre por un precio más que razonable. Y yo se lo agradezco mucho porque cada mañana, mientras se relaja el esfínter, me ilustro en el baño con su lectura, un verdadero compendio enciclopédico que abarca temas tan variados como: fases lunares, pensamientos filosóficos​, un completo santoral del día y algunas curiosidades como ésta que expongo en la foto de abajo y que, una vez más, ha dejado en evidencia mi absoluta falta de ingenio matemático al no acertar ni una sola respuesta. Esto me ha traído a la memoria un ingrato recuerdo: mi incompetencia en temas de algoritmos. Todo comenzó en EGB cuando decidí hacer un avión con la hoja del examen de polinomios y lanzarlo al vacío a través del cristal roto de la ventana, antes de entregárselo a Billy el Niño, el peor maestro de matemáticas que jamás he conocido. En el último minuto,​ descubrí con horror que me sobraba una respuesta, ¿Cómo era posible que tuviese 11 respuestas y mi compañero de pupitre, a quien copié literalmente todo el examen, solo 10? Desde entonces, cada vez que me abotono una camisa empezando por el ojal equivocado, me acuerdo de ese aciago día donde nunca fue más verdad el aserto de que 'quién mal empieza, mal acaba" y yo empecé poniendo la respuesta de la primera pregunta en la segunda. En aquel avión de papel sin rumbo me aparté para siempre del mundo de las Ciencias y aterricé en el campo de las Letras donde encontré mejor acomodo. Ahora los aviones que lanzo lo hago a través de esta gran ventana abierta al mundo que Facebook representa. Algunos tienen poco recorrido pero otros cruzan mares y océanos y con todos me regocijo planeando por el mundo de la imaginación libre.
PD. La respuesta a los enigmas, al final del día.

30 abril 2017

Atraído como las moscas a la rica miel por un torreón semiderruido en lo alto de un otero calizo, abandonamos la autovía que nos lleva a León, poco antes de salir de la provincia de Valladolid, con la excusa de tomar un café en un lugar tranquilo. Paramos en la Mota del Marqués, un pueblecito de calles limpias, casas sencillas, un par de iglesias, un palacio, dos ermitas y un castillo en ruinas. Es mediodía y apenas nos hemos cruzado con cuatro abuelos. Uno de ellos me mira con desconfianza cuando fotografío una cerradura herrumbrosa con un águila bicéfala coronada que parece haber volado del estandarte imperial de Carlos V para posarse en una destartalada portada de madera que se cae a pedazos de puro vieja. Desde la Plaza Mayor, donde solo parece tener vida el chorrito de agua de la fuente, sube hacia el castillo un empinado camino de piedra que recuerda vagamente una calzada romana por lo sólido del pavimento. Junto a él, la iglesia del Salvador despliega jirones de sólida espadaña al sol de Castilla; en su interior sillares angulosos, bien labrados, esparcidos por el suelo, forman un camposanto por el que corren las lagartijas; un arco aliviado de carga se mantiene en equilibrio de funambulista con la ayuda de Dios. La cuesta se torna casi vertical. Bajo la reseca maleza yace la muralla que circunda un profundo foso. En la cima de la mota, el búho que habita lo que queda de torreón, está a punto de quedarse sin hogar por culpa de los soldados napoleónicos que en vez de ilustración sembraron el solar patrio de dinamita y muchos muertos. Desde la altura se divisa la iglesia de San Martín, el santo que reparte infatigable entre los pobres una capa que nunca se acaba. Seguida de cerca por la de San Salvador, semejan dos naos con las proas surcando los campos de cereales rumbo al Oeste. Salimos en silencio para no despertar al Cristo crucificado a las puertas del humilladero. Camino a León repito el nombre del riachuelo que riega el jardín del palacio de los Ulloa: "Bajoz, Bajoz" ¡qué nombre tan extraño y tan bonito a la vez!.