jueves, 29 de diciembre de 2016

Viaje a través de los Campos Góticos. Capítulo V: Calahorra de Ribas, inicio de un sueño de verano.





Con las últimas luces de la tarde llegamos a Calahorra de Ribas, en el término municipal de Ribas de Campos, quizás el lugar más emblemático del Canal de Castilla por ser aquí donde un día de verano de 1753 se puso en marcha el sueño ilustrado del riojano Marqués de la Ensenada, influyente ministro y ojito derecho de Fernando VI.
Aprobado el “Proyecto General de los Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León”  presentado por el ingeniero Antonio de Ulloa, un ejército de picos y palas comenzaron a romper la ladera para encajar las tres primeras esclusas del Canal que recibirían las aguas del Ramal Norte, todavía inexistente salvo en los planos del proyecto.



Un monolito de aspecto grave, rematado con escudo y corona como corresponde a toda obra real, fue levantado años más tarde, en 1791, para recordarnos en letras de molde que en esa fecha vinieron a encontrarse en este punto el río Pisuerga, parte de cuyo cauce es captado en Alar del Rey, en el extremo del Ramal Norte, y el río Carrión para continuar desde aquí mezcladas por el futuro Ramal de Tierra de Campos y el Ramal Sur.
             
Buena prueba de la importancia del lugar son las edificaciones que perfectamente alineadas se levantaron junto a las esclusas. A pesar del inminente estado de ruina, las casas todavía conservan el porte digno de las viviendas que estaban destinadas a ser el alojamiento de una tropa de ingenieros, oficiales del rey y capataces encargados de dirigir y supervisar los trabajos. Hoy permanecen en pie con la inconsistencia de un castillo de naipes hasta que una de ellas se desmorone y desate el colapso total de las demás y, en su lugar, solo nos quede un montón de escombros como recuerdo.




Con sus formas ovoides y curvilíneas, las esclusas me evocaban imágenes femeninas. Contemplándolas desde el pretil del puente sentía como me abrazaban sus elipses y sus inquietas aguas, contenidas por breve espacio de tiempo entre sus sólidos muros de piedra, me arrastraban hacia el fondo de sus senos, (o cubetas, para ceñirme más al vocabulario técnico de la obra aunque sea a costa de la pasión). Bajé junto a ellas para despedirlas, ya libres, en el cauce del río no sin que antes hubiesen pagado su manumisión moviendo con la fuerza de su corriente ingenios dentados para girar muelas de molino, impulsar gruesos mazos de madera para domeñar a golpe de palos bastos paños en los batanes o moviendo pesadas turbinas para generar electricidad.




 



Los edificios preindustriales se fueron reconvirtiendo y adaptando a los nuevos usos. Los avances tecnológicos y el desarrollo de nuevas fuentes de energía permitieron que las fábricas se desanclaran del cauce que les proporcionaba la indispensable fuerza motriz del agua y así, libres de amarras, navegaron sin rumbo sobre tierra firme en busca de nuevos centros más rentables. Lentamente se fue produciendo el inexorable abandono de las instalaciones que apenas un par de siglos antes habían traído prosperidad a estas tierras. Hoy un paisaje de harineras y centrales hidroeléctricas semiderruidas, las mismas que en su día sustituyeron a molinos y batanes, se alzan como gigantes en los márgenes de los saltos de las esclusas, recordándonos que la certeza de la muerte no solo alcanza a los hombres.
                   
                   

Aun así el recorrido por este camino de agua, siguiendo las huellas de las mulas que arrastraban embarcaciones corriente arriba por los caminos de sirga, dejan imágenes inolvidables de una naturaleza que en estos secanos de tierras pardas y vegetación rala se realza con sus bosques de galería bien aprovechados por numerosas aves que anidan en ellos y la presencia de abundantes humedales convertidos en refugios ideales de aves migratorias y esteparias. Y no solo eso, en ese rastro se sigue también el ingenio del hombre en las numerosas construcciones de esclusas, presas, azudes, puentes, acueductos, canales de riego…. ingenio que cuando es puesto al servicio de la Humanidad inevitablemente acarrea desarrollo y bienestar.
                     


Anochecido partimos hacia Población de Campos, a pocos kilómetros de allí, para poner fin al primer día de viaje que tantas satisfacciones nos había dado de la mano de Recesvinto y los ingenieros ilustrados que diseñaron e hicieron real un sueño que merece la pena ser vivido y recorrido. Al menos yo lo recomiendo vehementemente.




  

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